viernes, 16 de octubre de 2015

La mujer invisible

Cuántas veces no hemos visto esas fotos donde sólo salen los hijos, la casa o a veces hasta papá? Quién toma esas fotos? Quién captura esos momentos que tanto se disfrutan y que los recordamos con amor? La que se aseguró de que las niñas salieran peinadas y los niños con ropa limpia? Quién es esa persona que hace todo aquello posible? 
Últimamente yo me he sentido como la persona que toma esas fotos...

Para los que me conocen, sabrán que soy una persona que le gusta platicar con todos. Como a muchos, si me cuesta al principio sentirme segura pero con el tiempo he aprendido que la seguridad es más importante que llegar si nada.
Me convertí en madre en un país que no es el mío, aprendí prácticas nuevas y que no son con las que yo crecí. No he tenído una mamá a mi lado todo el tiempo para enseñarme cómo hacer las cosas o cómo reaccionar a ciertas situaciones y lo poco que la tuve, la relación entre nosotras tuvo mucha fricción.
He aprendido poco a poco, leyendo o como mi razón me da a entender. No soy la primera ni la última en estas circunstancias, de hecho miles de millones de mujeres están igual que yo. Todas creemos que lo estamos haciendo bien, porque aunque es agotador y a veces nos produce muchas dudas, vemos que nuestros hijos están creciendo sanos, con valores y felices.

Vivo en una casa con 4 personas más, 3 de ellas están casi todo el tiempo conmigo; aprenden de mi y yo aprendo de ellas. Platicamos de todo y de nada, pero aún así, me siento sola.
Nunca he sido muy apegada a mi familia de origen. La amo y es reconfortante saber que existen, pero en general nunca hemos sido de esas familias que hacemos muchas actividades juntos.
Cuando me fui de mi país, dejé dos grupos de muy buenas amigas, las de la escuela y las de la Universidad. Las extraño a todas y cada una de ellas tiene algo especial que me hace añorar. No es lo mismo desde que me fui, los grupos han cambiado, los hijos han llegado, los trabajos han dado más cargas y las casas se han distanciado. Aún así cada que las veo es como si todo siguiera igual.

Recuerdo y añoro.

Hoy soy una madre de tres, pero constantemente me siento sola. Mi vida se ha convertido en un constante limpiar, recoger, cocinar, lavar y organizar actividades para que mis hijos se mantengan entretenidos. Mi cabeza está revuelta y no consigo pensar de forma coherente.
Mi vida es mi casa y aunque soy muy agradecida por poder pasar tiempo con mis hijos, verlos crecer y educarlos como yo quiero, también anhelo aquello que alguna vez soñé siendo más joven. Estoy cansada, la maternidad ha sido muy intensa para mi.
Hoy necesito a alguien con quien hablar, con quien expresar mis frustraciones. Que me entienda y que me apapache. No quiero hablar de niños, quiero reirme, quiero gritar, quiero desahogarme.

Si me siento invisible es porque muchas veces lo somos. Nuestros hijos son nuestra prioridad y lamentablemente nos olvidamos de nosotras. Lo veo en el parque, cuántas mamás que estamos detrás de nuestros hijos cuidándolos para que no se lastimen, unas solamente con uno y otras partiéndose en varias para abarcar a todos sus hijos. Lo ves en la mirada, en sus expreciones. Ese pensamiento de soledad. Esa necesidad de platicar. Voltean la cara para observar aquellas mamás que sus hijos ya son grandes y que tienen un espacio para conversar. La sonrisa empática cuando alguna de ellas rie a pulmón abierto y que de alguna forma nos contagia con su plática.
Ser mamá es una dicha pero también es un constante recordatorio de la fortaleza que necesitamos para sacar a nuestros hijos adelante. Por eso hay grupos de apoyo, no todas reciben la maternidad tan fácil y aunque amemos a nuestros hijos, creo fielmente que es totalmente natural cuestionarnos si la maternidad es para nosotras.
Hoy no me siento fuerte, hoy no me siento con buena cara. Hoy si me ves, platica conmigo, cuéntame un chiste. Recuerda que antes de ser madre, también soy una persona con sentimientos y necesidades.

Somos fuertes, porque ser madre requiere de una fortaleza que muchas desconocíamos que teníamos. Así que si ves a alguna mamá en el parque sola, acércate a ella, nunca sabes si de ahí puede salir una bonita amistad, alguien con quien platicar y reirte, aunque sea por los 5 minutos más que les dijiste a tus hijos.

M.




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